Esperando en la parada a que pase el autobus que me devuelva al punto de partida, la vida comienza a aparecer en a mi alrederor.
Aun despuntan las estrellas allá arriba cuando los primeros negocios comienzan su actividad. Los operarios de los servicios de limpieza se afanan para preparar las calles, húmedas tras la llovizna nocturna, para el día que se empieza a vislumbrar en el horizonte.
Un padre para su vehículo frente al negocio familiar, al que entra para volver a salir momentos después con su hija. Es hora de ir al cole.
Otro hombre, ¿otro padre?, para también para permitir que una señora mayor, ¿su madre?, descienda del auto para poder entrar en el edificio, ¿para cuidar del hijo del primero cuando se levante?
Miro un poco más arriba. Los brillantes objetos festivos se preparan también para descansar hasta la noche siguiente, un poco como yo.
Llega mi transporte. Las primeras densas corrientes de blanquecinos resplandores avanzan monte abajo, en sentido contrario. ¿Soy yo o son ellos los que van a contracorriente?
El gusano sigue abanzando con su paso seguro hacia la cima de la loma.
El día se hace. Vuelve a ser de un azul grisáceo, pero no deprime, es un buen día.
Llego a casa. "Hola papá". "Hola hijo, buenos días". Sonrío para mí. "Buenas noches, papá. Voy a echarme un rato"
Subo a mi cuarto y me acuesto pensando en la vida que llevo. Una vida en las que las contradicciones son algo cotidiano.
Comienzo a soñar cuando la vida ya está más que despierta en el resto de la ciudad.
Menuda vida que llevo.
Pues sí, pero es Vida, al fin y al cabo.
¡Viva la Vida!
Este relato, si lo leí cuando lo escribiste, allá en otra época de exámenes..^^
ResponderEliminarAquella mañana fue mítica, de las que espero no tener que vivir muchas mas XDD
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