jueves, 22 de marzo de 2012

Deseos...

La graciosa vela sobre la improvisada tarta se consumía lentamente mientras me cantabas alegre por mi cumpleaños.

Soplé sin más y te besé, y entre risas nos comimos el dulce a medio camino de devorarnos a nosotros mismos.

“¿Qué has pedido?” quisiste saber acariciando la cabeza que tenías en tus rodillas. “¿Cuál es tu deseo?”

“No he pedido ningún deseo.”

Te detuviste con aire sorprendido, revolviéndome el cabello con fuerza demostrando tu inconformismo. “Algo habrás pedido, pero no me lo querrás decir…”

“No, de verdad, no he pedido ningún deseo. No sirve para nada pedir deseos.” Esta vez la parada me hizo levantarme. “Pedir un deseo es hacer patente que tenemos una ilusión que sabemos que vamos a conseguir, porque ya son así las cosas y no queremos que cambie, o que, por mucho que queramos, no ocurrirán nunca.”

“Pero si no deseas nada… ¿no tienes nada por lo que luchar?”

“No es eso, tengo mucho por lo que luchar. Pero seamos razonables, si haces te tu ilusión un deseo, te estás aferrando a él con la esperanza de que ocurra, y al final solo acabas haciéndote daño con la desilusión.”

“Puedes tener deseos y no por eso ser un iluso. Yo quiero algunas cosas que aún no se si seré capaz de conseguir, pero aun así no pierdo la esperanza. Sigo deseándolo, pero no por ello dejo de hacer lo que tengo que hacer, no me obsesiono con eso. Tienes que saber qué desear, no todo son extremos”

No me dejaste responder, solo me devolviste a tu regazo y seguiste acariciándome el cabello.

“Anda,” dijiste sujetando la vela frente a mí. “no me seas, y pide lo que quieras.”

domingo, 9 de octubre de 2011

Cambios en el blog


¡Hola a todos!

Sé que hace tiempo que no publico nada nuevo por aquí, pero he estado algo liado últimamente con el curso. De hecho, posiblemente publique por aquí dentro de un tiempo el proyecto que estamos realizando mis compañeros y yo.

Hoy, sin embargo, no os traigo ninguna publicación nueva, o al menos no aquí.

Si os fijáis en la parte superior del blog han aparecido unos enlaces, que los voy a manejar como “pestañas” para recorrer los diferentes tipos de entradas que vaya realizando, y así de camino unifico los diferentes blogs que llevo a la vez.

No son páginas, ni mucho menos, pues en la actualidad Blogger no permite indizar las entradas de un blog más que en la página principal. Son enlaces a los dos blogs en los que publico.

El primero,es mi blog original, PaSanDo… entre pastichesun torbellino de observaciones, detalles y apuntes acerca de mis intereses.

El segundo es este mismo blog, Los cuentos de Ogliath. Aquí se publicarán relatos ficticios, pequeñas historietas que se me vayan ocurriendo.

Nada más.

Espero que os sea mas fácil ahora para navegar entre los contenidos.

¡Un saludo!

jueves, 29 de septiembre de 2011

Comentario a las entradas en este blog

Hola a todos.

Quería deciros que lo que publico en este blog NO es real. De las entradas que he publicado hasta ahora, sólo "Vida, muy tarde en la mañana" está basada en hechos que realmente me han pasado, aunque en realidad lo tenía "escrito" en mi mente antes siquiera que llegase el autobús.

Al principio, cuando abrí el blog, sí tuve intención de publicar un pasaje de mi vida privada, un breve texto que considero que es bonito, pero junto con mi novia decidimos no editarlo, pues había sido como un regalo que le había hecho.

Los cuentos que aquí publico tienen tres fuentes: mis sueños, un tanto surrealistas a veces; mi mitología particular que me inventé hace ya muchos años, y, como me pasa en el otro blog que llevo, la observación del mundo que me rodea, tomando trozos de aquí y allí para formar historias.

Por favor, no tomeis nada de lo que publico como literal, todo es ficción. En el otro blog que llevo, “Pasando… entre pastiches” las entradas si son experiencias personales reales, de lo que hago o veo literalmente.

Gracias a todos.

¿Lejos?

—¿Bailas? —la muchacha que se le había acercado era bien parecida, aunque supuso que algo mayor que él. Tenía en los ojos esa chispa que indica que ha perdido parte de la timidez con el alcohol, pero no hasta el punto de perder la vergüenza completamente.

Acababa de empezar la fiesta propiamente dicha en la disco, el local se iba llenando, la música mejoraba. Además, sus acompañantes ya se habían disgregado, buscando con quien pasar el rato… y quizás algo más…

En realidad aquella noche les había costado a los demás convencerlo para que los acompañase, no tenía demasiadas ganas, la verdad.

­—¡Que si quieres bailar! —repitió la muchacha acercándose más y alzando la voz, para que no pudiese no escucharla.

La chica insistía, aquello no solía pasar, y ya que estaba allí, ¿por qué no pasar un buen rato? Asintió con la cabeza y apuró su trago antes de seguirla a la zona de baile.

La noche fue avanzando de canción en canción, entre vueltas de latinos, perreos de reggaetón, señales del DJ, y mucha improvisación y sobre todo risas. No era una mala noche, se lo estaba pasando bien, aunque seguía sintiendo eso que le había hecho negarse a salir horas antes, y más ahora que empezaban a sonar las últimas canciones.

—¿Desde cuándo estas aquí? —quiso saber ella—. Porque no eres de aquí, ¿verdad?

—No, no soy de aquí —afirmó—. Sólo llevo unos meses.

—Ya se te nota —dijo la muchacha con un aire burlón—. ¿Quieres que después vayamos a algún sitio más tranquilo a tomar algo y seguir charlando?

No pudo controlar una sonrisa y una mirada lejana, ni que su cabeza volase lejos de allí al oír la pregunta, ni que la sensación se afirmase.

—Lo siento, pero creo que es mejor que no.

—¿Por qué? Si no te gustan el after podemos ir a otro lado…

—No, de verdad que no. Además, no suelo beber…—aquella excusa era muy mala— y tengo novia.

—Pero no está aquí, seguro que está muy lejos. No se va a enterar…

—No, de verdad, no me apetece nada.

Ya yendo de vuelta a casa con sus compañeros, pensaba que en realidad no era tanta la distancia. Ella seguía ahí con él, cogida de su mano, incluso. Y la echaba de menos.

jueves, 28 de julio de 2011

Sueño de boda

Mientras esperaba las maletas frente a la cinta transportadora, Chico maldecía su suerte. Por fin había vuelto, pero lo hacía más de un día tarde: retrasos en dos de los vuelos habían impedido que cogiese los otros dos; y para colmo las maletas no aparecían.

Además, no podía dejar de pensar en el mensaje de Chica, ni en porqué no respondía a sus llamadas. Sólo dos palabras desde que llegase a Madrid el día anterior, en un texto que debería haber recibido antes.

Miró el reloj. Aún rodaba el medio día, le daba tiempo a ir a su casa a saludarla al menos y hablar con ella.

Aunque primero, estaban sus padres. El primero que lo vio fue su hermano, que le hizo señas para avisarlo. Pese a todo, se sentía feliz, abrazó a su madre, rió con las bromas de todos y fueron juntos a casa a almorzar.

Nada más llegar, mientras deshacía el equipaje y sus padres terminaban de preparar la comida, trató de llamar a Chica, de contactar con ella a través de internet, pero ni siquiera respondían al fijo de su casa.

Intentando no parecer preocupado, durante la comida le contó a su familia el infierno que había sido el viaje de regreso, incluyendo su estancia en la capital por culpa de los retrasos. Después, les presentó los recuerdos que traía consigo, y les explicó de dónde era cada uno, y qué significaban los más raros.

Y cuando todo estaba más o menos echo, volvió a vestirse y condujo hasta el bloque de Chica. Subió directamente al piso, pues entró con un vecino, y sitió cómo se le encogía el estómago mientras esperaba a que alguien le abriese la puerta.

Fue la madre quien, sorprendida de verlo allí y sin saber que decir, lo hizo pasar. Saludó cortésmente a la familia, y sin pararse entró en la habitación de su novia.

Por cómo lo besó cuando se lanzó sobre él al verlo habría jurado que todo el asunto del extraño mensaje había sido sólo una pesadilla, pero las lágrimas de la muchacha y sus sollozos confirmaron sus temores.

La abrazó suavemente, mientras se desahogaba, sentados ella sobre él. A él también se le saltaron las lágrimas, aunque lo único que dijo fueron palabras dulces para calmarla. “He vuelto”, le decía, “Ya estoy aquí cariño. Todo irá bien”. Pero por toda respuesta ella le entregó su celular con el mensaje en la pantalla. Aquellas dos palabras.

“me caso”

“Mañana” añadió ella con un hilo de voz sin poder mirarlo a los ojos. Le explicó que ella no lo había sabido hasta el día en que le mandó el aviso. Al parecer ya estaba hablado desde hacía algún tiempo, sin que ella se enterase, y que al aparecer en televisión la noticia del accidente y no poder contactar con él, sus padres se lo habían comunicado y confirmado.

Señor era un conocido de la familia, aunque Chico no lo conocía. Aquel matrimonio supondría un futuro desahogado para la familia de Chica, y Señor siempre había sido amable y atento con ella, y según sus padres la quería. “Pero yo sólo te quiero a ti, Chico, mi vida” le aseguró.

Él le explicó que no había podido coger el vuelo accidentado porque el anterior se había retrasado, y que por muchas veces que había intentado llamarla cuando llegó a Madrid cuando le llegó la noticia, no había sido capaz de contactar con ella.

Entonces Chica le explicó que no le habían permitido hablar con él, que el texto lo había escrito mientras el resto de la familia dormía, y que no les importaba lo que opinase ella, al día siguiente la llevarían al altar quisiese o no. “He intentado negarme, me he peleado con ellos y no les hablo desde entonces”, lloró ella, “pero lo único que he conseguido ha sido elegir el vestido que me pondré.”

También le dijo que habían llegado a amenazarla, pero ahora que él había vuelto, le prometió al muchacho que no daría su consentimiento, que si él aun la amaba jamás lo dejaría, y él le prometió que estaría con ella en el momento en que se negase a formular sus votos.

Se abrazaron largo rato, incapaces de separarse después de tanto tiempo, y menos aun cuando casi se perdían el uno al otro.

A pesar de todo, pronto tuvo que marcharse el joven, sin saber dónde y cuándo sería el enlace, pues Chica desconocía esos datos. Sin embargo, le aseguró que avisaría a los amigos de ambos que quizás asistiesen o supiesen algo para que se lo dijeran a él.

Chico pasó la noche sin poder dormir de preocupación, pues no tenía noticias de nadie, y finalmente cayó dormido agotado, tras muchas insistencias de sus padres.

Se despertó gracias al teléfono: había recibido un mensaje del mejor amigo de Chica, respondiendo a la petición de ésta. El templo no quedaba demasiado lejos de su casa, aunque tendría que conducir, pero la hora… no le iba a dar tiempo a llegar antes de que empezase la ceremonia.

Se arregló como pudo y se despidió de sus padres mientras se preparaba algo de desayuno para el camino, aunque no tenía demasiada hambre. Sus padres extrañados por la prisa quisieron saber dónde se dirigía, pues habían pensado en pasar el día en familia fuera de la ciudad. “A la que debería ser mi boda” fue toda la explicación que les dio Chico mientras se calzaba las botas del viaje y salía de la casa.

Intentó tranquilizarse mientras se metía en el coche, pero estaba demasiado nervioso. “necesito música” pensó, al tiempo que buscaba en la radio, entre las canciones de la tarjeta, alguna que le sirviese. Arrancó con el sonido del bajo y la batería le marcó el ritmo. Condujo de un modo un tanto temerario, convenciéndose, al repetir la letra de la canción, de que todo saldría bien.

“We will be victorious” cantaba cuando aparcó el vehículo delante de la puerta de la iglesia. “No me pueden decir nada” razonó un tanto divertido, “es el coche en el que va a irse la novia”.

Entró en el edificio sin que nadie notase su presencia en el momento que Señor pronunciaba sus votos, pero al llegarle el turno a Chica, los asistentes se sobresaltaron al oír sonar música.

Ella al sentir la llamada se volvió, con una sonrisa radiante en el rostro, y los ojos brillantes de felicidad a pesar de todas las lágrimas que había derramado.

A Chico le pareció que nunca la había visto tan bella como en aquel momento, cuando tras rechazar a Señor frente a los asistentes, recorrió sola la nave al su encuentro, con un vestido palabra de honor largo aunque sin cola, con bordados en hilo plateado, completamente negro,  con el cabello recogido con una diadema de plata, sin velo.

Y salieron juntos mientras seguía oyéndose la música.

Sonaba Muse.