jueves, 28 de julio de 2011

Sueño de boda

Mientras esperaba las maletas frente a la cinta transportadora, Chico maldecía su suerte. Por fin había vuelto, pero lo hacía más de un día tarde: retrasos en dos de los vuelos habían impedido que cogiese los otros dos; y para colmo las maletas no aparecían.

Además, no podía dejar de pensar en el mensaje de Chica, ni en porqué no respondía a sus llamadas. Sólo dos palabras desde que llegase a Madrid el día anterior, en un texto que debería haber recibido antes.

Miró el reloj. Aún rodaba el medio día, le daba tiempo a ir a su casa a saludarla al menos y hablar con ella.

Aunque primero, estaban sus padres. El primero que lo vio fue su hermano, que le hizo señas para avisarlo. Pese a todo, se sentía feliz, abrazó a su madre, rió con las bromas de todos y fueron juntos a casa a almorzar.

Nada más llegar, mientras deshacía el equipaje y sus padres terminaban de preparar la comida, trató de llamar a Chica, de contactar con ella a través de internet, pero ni siquiera respondían al fijo de su casa.

Intentando no parecer preocupado, durante la comida le contó a su familia el infierno que había sido el viaje de regreso, incluyendo su estancia en la capital por culpa de los retrasos. Después, les presentó los recuerdos que traía consigo, y les explicó de dónde era cada uno, y qué significaban los más raros.

Y cuando todo estaba más o menos echo, volvió a vestirse y condujo hasta el bloque de Chica. Subió directamente al piso, pues entró con un vecino, y sitió cómo se le encogía el estómago mientras esperaba a que alguien le abriese la puerta.

Fue la madre quien, sorprendida de verlo allí y sin saber que decir, lo hizo pasar. Saludó cortésmente a la familia, y sin pararse entró en la habitación de su novia.

Por cómo lo besó cuando se lanzó sobre él al verlo habría jurado que todo el asunto del extraño mensaje había sido sólo una pesadilla, pero las lágrimas de la muchacha y sus sollozos confirmaron sus temores.

La abrazó suavemente, mientras se desahogaba, sentados ella sobre él. A él también se le saltaron las lágrimas, aunque lo único que dijo fueron palabras dulces para calmarla. “He vuelto”, le decía, “Ya estoy aquí cariño. Todo irá bien”. Pero por toda respuesta ella le entregó su celular con el mensaje en la pantalla. Aquellas dos palabras.

“me caso”

“Mañana” añadió ella con un hilo de voz sin poder mirarlo a los ojos. Le explicó que ella no lo había sabido hasta el día en que le mandó el aviso. Al parecer ya estaba hablado desde hacía algún tiempo, sin que ella se enterase, y que al aparecer en televisión la noticia del accidente y no poder contactar con él, sus padres se lo habían comunicado y confirmado.

Señor era un conocido de la familia, aunque Chico no lo conocía. Aquel matrimonio supondría un futuro desahogado para la familia de Chica, y Señor siempre había sido amable y atento con ella, y según sus padres la quería. “Pero yo sólo te quiero a ti, Chico, mi vida” le aseguró.

Él le explicó que no había podido coger el vuelo accidentado porque el anterior se había retrasado, y que por muchas veces que había intentado llamarla cuando llegó a Madrid cuando le llegó la noticia, no había sido capaz de contactar con ella.

Entonces Chica le explicó que no le habían permitido hablar con él, que el texto lo había escrito mientras el resto de la familia dormía, y que no les importaba lo que opinase ella, al día siguiente la llevarían al altar quisiese o no. “He intentado negarme, me he peleado con ellos y no les hablo desde entonces”, lloró ella, “pero lo único que he conseguido ha sido elegir el vestido que me pondré.”

También le dijo que habían llegado a amenazarla, pero ahora que él había vuelto, le prometió al muchacho que no daría su consentimiento, que si él aun la amaba jamás lo dejaría, y él le prometió que estaría con ella en el momento en que se negase a formular sus votos.

Se abrazaron largo rato, incapaces de separarse después de tanto tiempo, y menos aun cuando casi se perdían el uno al otro.

A pesar de todo, pronto tuvo que marcharse el joven, sin saber dónde y cuándo sería el enlace, pues Chica desconocía esos datos. Sin embargo, le aseguró que avisaría a los amigos de ambos que quizás asistiesen o supiesen algo para que se lo dijeran a él.

Chico pasó la noche sin poder dormir de preocupación, pues no tenía noticias de nadie, y finalmente cayó dormido agotado, tras muchas insistencias de sus padres.

Se despertó gracias al teléfono: había recibido un mensaje del mejor amigo de Chica, respondiendo a la petición de ésta. El templo no quedaba demasiado lejos de su casa, aunque tendría que conducir, pero la hora… no le iba a dar tiempo a llegar antes de que empezase la ceremonia.

Se arregló como pudo y se despidió de sus padres mientras se preparaba algo de desayuno para el camino, aunque no tenía demasiada hambre. Sus padres extrañados por la prisa quisieron saber dónde se dirigía, pues habían pensado en pasar el día en familia fuera de la ciudad. “A la que debería ser mi boda” fue toda la explicación que les dio Chico mientras se calzaba las botas del viaje y salía de la casa.

Intentó tranquilizarse mientras se metía en el coche, pero estaba demasiado nervioso. “necesito música” pensó, al tiempo que buscaba en la radio, entre las canciones de la tarjeta, alguna que le sirviese. Arrancó con el sonido del bajo y la batería le marcó el ritmo. Condujo de un modo un tanto temerario, convenciéndose, al repetir la letra de la canción, de que todo saldría bien.

“We will be victorious” cantaba cuando aparcó el vehículo delante de la puerta de la iglesia. “No me pueden decir nada” razonó un tanto divertido, “es el coche en el que va a irse la novia”.

Entró en el edificio sin que nadie notase su presencia en el momento que Señor pronunciaba sus votos, pero al llegarle el turno a Chica, los asistentes se sobresaltaron al oír sonar música.

Ella al sentir la llamada se volvió, con una sonrisa radiante en el rostro, y los ojos brillantes de felicidad a pesar de todas las lágrimas que había derramado.

A Chico le pareció que nunca la había visto tan bella como en aquel momento, cuando tras rechazar a Señor frente a los asistentes, recorrió sola la nave al su encuentro, con un vestido palabra de honor largo aunque sin cola, con bordados en hilo plateado, completamente negro,  con el cabello recogido con una diadema de plata, sin velo.

Y salieron juntos mientras seguía oyéndose la música.

Sonaba Muse.